n 1733, aparecieron publicadas las Lettres philosophiques o Letters on the English de Voltaire, uno de los primeros documentos que dieron a conocer a diversos autores ingleses en el continente. Estas cartas adquieren una importancia vital en el ámbito de la crítica shakespeariana pues en ellas Voltaire se refiere por primera vez a Shakespeare y a sus obras. Lo hace a raíz de una reflexión sobre la tragedia en su carta decimoctava, en la que declara: "Shakspeare boasted a strong fruitful genius. He was natural and sublime, but had not so much as a single spark of good taste, or knew one rule of the drama." (1733:s.p.) La sentencia de Voltaire pone de manifiesto una actitud neoclásica que marcó la tónica de las discusiones que sobre Shakespeare surgieron en diversos países europeos como Italia, Alemania o España. Para los neoclásicos, Shakespeare no podía considerarse entre los primeros autores europeos puesto que sus obras no siguen las reglas de composición dramática ni cumplen las tres unidades de lugar, tiempo y acción. Su influencia es, pues, perniciosa, ya que sus dramas están llenos de inverosimilitudes, errores y defectos, y en vez de instruir al público según el ideal neoclásico, las obras podían corromper el buen gusto de toda una nación. A este respecto, Voltaire se muestra tajante: "[...] the great merit of this dramatic poet has been the ruin of the English stage." (1733:s.p.) Efectivamente, para el crítico francés el teatro inglés se encuentra en un estado de decadencia debido a la admiración ciega y acrítica que se profesa a Shakespeare. Voltaire considera, además, que el paso del tiempo ha otorgado un mérito exacerbado al dramaturgo, pues ha minimizado sus errores y magnificado sus virtudes: "Time, which alone gives reputation to writers, at last makes their very faults venerable." (1733:s.p.)
Para los neoclásicos, Shakespeare no podía considerarse entre los primeros autores europeos puesto que sus obras no siguen las reglas de composición dramática. | Resulta interesante comprobar cómo la primera traducción de una obra shakespeariana al español refleja esta idea volteriana ya en la dedicatoria misma. La traducción se debe a Leandro Fernández de Moratín, que publicó Hamlet en español en 1798. La cita que precede esta traducción no ha sido objeto de ningún interés crítico, pero como demostraremos a continuación, dista mucho de ser ociosa: "Sin non errasset, fecerat ille minus". Éste es un verso de Marcial, extraído del epigrama XXI del libro I:
La diestra que, dirigiéndose contra el rey, erró el golpe debido a un ayudante, se introdujo para quemarse en un brasero para los sacrificios. Pero el enemigo, piadoso, no soportó tan terrible portento y ordenó que el héroe, alejado del fuego, quedara en libertad. Pórsena no fue capaz de ver abrasarse la diestra que Escévola fue capaz de quemar despreciando el fuego. La fama y la gloria de esta mano engañada es mayor: si no hubiera errado el golpe, habría conseguido menos1 (2003:88)
En este epigrama, el escritor latino se refiere a Cayo Mucio Escévola, un héroe romano de finales del siglo VI A.C. a quien se atribuyó el intento de asesinato del rey etrusco Lars Pórsena. Escévola mató por error a un ayudante, y al ser descubierto, colocó su mano diestra sobre un brasero para castigarse por su fracaso. El gesto del romano asombró al rey etrusco, quien le perdonó la vida, y gracias a ello, Escévola urdió una segunda trama que frustró los planes del rey de asediar Roma. Con el fino humor que le caracteriza, Marcial concluye su epigrama alabando el error del héroe, pues de no haberlo cometido, no habría conseguido ni gloria ni éxito. Como podemos observar, Moratín cambia el latín illa del original (que se refiere a la mano de Escévola) por el masculino ille2, referido sin duda a Shakespeare. De esta forma, la opinión que Shakespeare le merece al dramaturgo español está, pues, bien definida: su gloria y éxito obedecen, como en el caso de Escévola, a los errores cometidos.
Así pues, antes incluso que comience el prólogo, la traducción y las notas de Hamlet, Moratín ha sabido establecer su posicionamiento neoclásico sobre Shakespeare con una cita latina que sintetiza a la perfección el argumento volteriano: "Most of the whimsical gigantic images of this poet, have, through length of time [...] acquired a right of passing for sublime." (1733:s.p.)
Unos años después de las Lettres philosophiques, Voltaire escribió Dissertation sur la tragédie (1748), que se publicó como prólogo de una de sus últimas piezas teatrales, Sémiramis. En esta disertación, Voltaire retoma su argumento shakespeariano, mostrándose especialmente crítico con una tragedia en particular:
[Hamlet] is a vulgar and barbarous drama, which would not be tolerated by the vilest populace of France, or Italy. [...] But amidst all these vulgar irregularities, which to this day make the English drama so absurd and so barbarous, there are to be found in Hamlet, by a bizarrerie still greater, some sublime passages, worthy of the greatest genius. (1748:s.p.)
Como podemos observar Hamlet es una obra que disgusta especialmente a Voltaire; la juzga de "bárbara" sin ambages y considera que su influencia es causa directa de las absurdidades del teatro inglés. La mezcla de pasajes elevados y vulgares resulta intolerable para el crítico francés, que afirma que naciones ilustradas como Francia o Italia no la tolerarían.
Si leemos las primeras líneas del prólogo que Moratín escribió a su traducción de Hamlet, encontraremos la misma opinión:
Las bellezas admirables que en ella [Hamlet] se advierten y los defectos que manchan y obscurecen sus perfecciones, forman un todo extraordinario y monstruoso [...] (1798: n.p.)
La mezcla inadmisible de vicios y virtudes que aparecen en Hamlet es duramente criticada por Moratín, hasta el punto de sentenciar que determinados pasajes sólo podrían gustar a las gentes más incultas:
[...] aquellas pasiones terribles, dignas del coturno de Sófocles, ces[a]n y d[a]n lugar á los diálogos más groseros: capaces solo de excitar la risa de un populacho vinoso y soez. (1798: n.p.)
Al igual que Voltaire, Moratín consideraba que esta tragedia no sería tolerada por los espectadores de una nación culta como España, y así se lo manifestó a Wilhelm von Humboldt, con quien coincidió en Madrid con motivo del viaje que el pensador alemán realizó por España entre 1799 y 1800. En las anotaciones que Humboldt realizaba en su diario, recogió esta opinión de Moratín:
Pensaba que no se le podría representar [a Shakespeare] en la escena madrileña. En Hamlet, por ejemplo, el público no toleraría la escena de los sepultureros ni la del rey ebrio (1998:97)
Así, pues, una vez más Moratín manifiesta su juicio neoclásico sobre Shakespeare, y se hace eco de las opiniones de Voltaire sobre la imposibilidad de representar Hamlet en una nación ilustrada, entre las que Moratín cuenta a España. No resulta sorprendente, pues, que el dramaturgo español jamás quisiese ver representada su traducción en la escena española. De esta opinión se hicieron eco diversos literatos españoles, como Daniel López, que en su serie de artículos "Shakespeare en España", afirma: "Sabido es que el Hamlet de Moratín no se representó nunca, ni con tal intención lo tradujo el autor de El sí de las niñas" (citado en Pujante y Campillo 2007:315). La pregunta que nos surge inmediatamente es: ¿Por qué tradujo entonces Moratín a Shakespeare? ¿Por qué invirtió tiempo y esfuerzo en traducir a un autor que denostaba y una obra que despreciaba?
A lo largo del prólogo, Moratín establece sin lugar a dudas su opinión hostil y contraria sobre Shakespeare: critica su falta de educación ("Y ¿cómo era posible que no incurriese en descuidos los más absurdos un escritor que ignoraba absolutamente el arte?" (1798: n.p.); lo considera la peor influencia posible para aquellos que quieran dedicarse a las artes escénicas ("No es, pues, el gran Shakespeare el ejemplar que ha de proponerse á quien siga la carrera del teatro [...]" (1798: n.p.) y condena la tragedia por mezclar estilos muy distintos ("Unas veces procede la fábula con paso animado y rápido, y otras se debilita por medio de accidentes inoportunos y episodios mal preparados e inútiles, indignos de mezclarse entre los grandes intereses y afectos que en ella se presentan" (1798: n.p.). Si bien es cierto que Moratín dedica a Shakespeare algunas alabanzas, lo hace con tantas reservas que el pretendido halago se convierte en una marea de insultos:
Si esto se concede, si se le considera como un autor falto de principios, de modelos que imitar, de competidores que vencer, obligado a escribir por necesidad más que por elección, arrastrado del mal ejemplo de su siglo, y destinado a dar espectáculos a un pueblo grosero e ignorante, a quien quiso agradar, más que instruir: admírense, en buen hora, aquellos felices rasgos del ingenio que brillan entre la barbarie, la indecencia, la extravagancia y ferocidad de sus dramas (1798: n.p.)
Si volvemos a la cuestión que nos planteábamos inicialmente, nos podremos preguntar: ¿Por qué tradujo Moratín el Hamlet de Shakespeare? La respuesta, una vez más, hemos de buscarla en Voltaire.
En su Appel à toutes les nations de l'Europe (1761), el crítico francés ataca con dureza la moda de alabar y ponderar todo lo inglés a expensas de lo francés, especialmente, en cuanto a las obras literarias y teatrales se refiere (Besterman 1967:13). Buena parte de la acritud de Voltaire se debe a que algunos entusiastas de las obras de Shakespeare las declaraban superiores al Cinna o el Cid de Corneille o la Fedra de Racine. Ésta es una afirmación que Voltaire no podía tolerar y que le enfureció sobremanera, no sólo por la patente admiración que profesaba a Corneille, de quien había prologado la edición de sus obras, sino porque la identidad teatral francesa de la época se cimentaba precisamente en la obras de Racine y de Corneille, auténticos pilares del teatro nacional. Voltaire arremete, por lo tanto, contra quienes exaltan a Shakespeare y olvidan los nombres de los célebres franceses que construyeron cimentaron el teatro neoclásico. El traductor sobre quien recae la culpa de elevar a Shakespeare a la categoría de "le dieu du théâtre" es Pierre Le Tourneur, que define al dramaturgo inglés de esta forma en el prólogo de sus traducciones shakespearianas, coleccionadas en 1776 bajo el título Shakespeare traduit de l'Anglois. El mismo año en que comienzan a parecer estas traducciones, Voltaire escribe una dura diatriba contra Shakespeare en una carta al Conde de Argental, cuyos principales argumentos repite en su famosa Lettre à l'Academie Française unos meses más tarde. En ella, Voltaire no sólo ataca a los fervientes seguidores de la reciente shakespearemanía francesa, sino que se lamenta de haber sido precisamente él quien, con sus primeros escritos, la ha propiciado:
Ce qu'il y a d'affreux, c'est que le monstre a un parti en France; et pour comble de calamité et d'horreur, c'est moi qui autrefois parlai le premier de ce Shakespear; c'est moi qui le premier montrai aux Français quelques perles que j'avait trouvées dans son énorme fumier. (Voltaire, citado en Besterman, 1967:175).
Ésta es una controversia que resuena con fuerza en el prólogo de Moratín, que recoge las disputas entre los partidarios de los dramaturgos franceses liderados por Voltaire y los admiradores de Shakespeare:
[Le Tourneur trató] de exaltar el mérito de Shakespeare y de presentarle a la Europa culta como el único talento dramático digno de su admiración, y capaz de disputar la corona a los Eurípides y Sófocles. [...] Con estos antecedentes, no será difícil adivinar lo que hizo Letourneur en su versión de Shakespeare. [...] En aquellos pasajes en que Shakespeare [...] expresa con acierto las pasiones y defectos humanos [...] allí es fiel la traducción; pero en aquellos en que [Shakespeare] acalorado por una especie de frenesí, no hay desacierto en que no tropiece y caiga; entonces el traductor francés le abandona y nada omite para disimular su deformidad: suponiendo, alterando, sustituyendo ideas y palabras suyas a las que halló en el original; resultando de aquí una traducción pérfida [...] (1798: n.p.)
Moratín critica duramente la versión de Letourneur, no ya por no estar hecha con la fidelidad deseable al original, sino porque sus intencionadas "mejoras" de Shakespeare tuvieron como consecuencia que muchos lectores lo juzgaran superior a talentos como Corneille y Racine, cuando en realidad no era así. La manipulación consciente del traductor dió una visión errónea de Shakespeare, que Voltaire quiso combatir a toda costa. De hecho, así lo hace en su Appel à toutes les nations de l'Europe (1761), cuyas ideas Moratín refleja en su prólogo. En este irónico manifiesto, Voltaire denuncia las manipulaciones traductológicas de varias obras inglesas y el mérito infundado que se otorga a sus autores debido a ellas:
[...] it is a pity this "Venice Preserved" has not been translated with exactness; we are deprived of a senator who bites the legs of his mistress, who plays the dog, who barks, and is whipped out of doors [...] there are many other strokes of this nature, which the translator has omitted [...] (1761: n.p.)
Son precisamente estas traducciones perversas las que moldean erróneamente el juicio de los lectores, y contra las que se rebela Voltaire. Con el fin de mostrar al público al verdadero Shakespeare, el crítico francés realiza un resumen literal de la tragedia Hamlet, sin omitir ni dulcificar ninguna de sus escenas como hacían los traductores neoclásicos. En su "Plan of the Tragedy of Hamlet", Voltaire ofrece a los lectores un reproducción fiel y literal de los acontecimientos que se suceden en Hamlet, incluyendo aquellos contrarios a los preceptos neoclásicos (como la aparición del espectro o la escena de los enterradores). Su intención es la de permitir que sus lectores puedan apreciar el "verdadero mérito" de Shakespeare, es decir, que tomen conciencia de los numerosos errores, inverosimilitudes y defectos que abundan en sus obras. Tras relatar la trama de la tragedia, de la que no omite ningún detalle y traduce brevemente algunos de sus pasajes, Voltaire exclama, no sin sorpresa y estupefacción: "This is the whole plan of the celebrated tragedy of Hamlet, the masterpiece of the London theatre. Such is the work that is preferred to Cinna!" (1733:s.p.) El desprecio y la ironía son patentes en las palabras de Voltaire, que tacha de ignorante al pueblo inglés por preferir un drama lleno de errores antes que las piezas magistrales de los autores neoclásicos franceses. La elección misma de Hamlet, y no de otra tragedia shakespeariana, obedece a que, según Voltaire, esta obra es la más admirada y más frecuentemente representada de Shakespeare. La conclusión que saca el lector es clara: si ésta es una de las mejores obras del autor y en ella se dan estilos tan dispares, personajes tan groseros y hechos tan inverosímiles, ¿Cómo estarán escritas el resto de sus obras? ¿Cómo puede tener Shakespeare el éxito y aclamación que le deparan en Inglaterra? ¿No habrán sido los traductores los culpables de esta manipulación?
Es interesante resaltar que las palabras con las que Moratín inicia su prólogo son prácticamente iguales a las de Voltaire cuando habla de la tragedia Hamlet: "La presente tragedia es una de las mejores de Guillermo Shakespeare, y la que con más frecuencia y aplauso público se representa en Inglaterra" (1798: n.p.). Posteriormente, Moratín continúa:
[...] ninguna otra [tragedia] hubiera sido más a propósito para dar entre nosotros una idea del mérito poético de Shakespeare y del gusto que reina todavía en los espectadores de aquella nación (1798: n.p.)
Contrariamente a lo que diversos estudiosos shakespearianos creen (Juliá 1918, Par 1935, Pujals 1975, Verdaguer 2004, Bobes 2005), ésta no es una declaración de admiración, nacida de la devoción de Moratín hacia Shakespeare, sino una declaración de hostilidad, cuyo fin último es denostar al pueblo inglés por el atraso literario en que se encuentra y mostrar el auténtico "mérito poético" de Shakespeare, es decir, su mediocridad en la composición de Hamlet. Al igual que el crítico francés, Moratín escoge esta tragedia, y siguiendo el argumento volteriano, decide desvelar al auténtico Shakespeare realizando una traducción literal de la obra que permita a los lectores constatar la escasa valía del dramaturgo inglés. Esta declaración de intenciones está claramente expresada en el prólogo de la traducción:
Lejos, pues, de aprovecharse el traductor español de tales versiones [Letourneur y Ducis], las ha mirado con la desconfianza que debía, y prescindiendo de ellas y de las mal fundadas opiniones de los que han querido mejorar a Shakespeare con el pretexto de interpretarle, ha formado su traducción sobre el original mismo [...] (1798: n.p.)
Como podemos observar, Moratín se distancia conscientemente de las versiones realizadas por Le Tourneur y Ducis y decide ofrecer a sus lectores una imagen fiel del auténtico Hamlet empleando para ello la literalidad al texto original. De esta manera, puede decirse que Moratín emplea la fidelidad como un arma para mostrar al verdadero Shakespeare; y realiza una traducción fiel del original con el fin de mostrar la, en su opinión, monstruosa creación shakespeariana. La literalidad es, asimismo, el instrumento que permitirá a los literatos y dramaturgos españoles formarse un juicio propio sobre el mérito de Shakespeare sin dejarse manipular por las traducciones intermedias francesas:
Si el traductor ha sabido desempeñar la obligación que se impuso de presentarle como es en sí [Shakespeare], no añadiéndole defectos, ni disimulando los que halló en su obra: los inteligentes deberán juzgarlo (1798: n.p.)
La idea de que la cuestión sobre el verdadero valor de Shakespeare debían juzgarla los hombres de letras dotados de educación, ya aparecía en las palabras de Voltaire:
"Hamlet" is one of the most admired works of Shakespeare, as well as one of those most frequently represented. We shall faithfully lay it before the judges (1733:n.p.)
Así, pues, podemos concluir que el fin último de Moratín al realizar esta traducción fue la de validar los principios del Neoclasicismo, precisamente mostrando los errores a los que se podía llegar en una tragedia si no se cumplían las estrictas reglas de composición neoclásica. Moratín no se rebela contra la que entiende como una perniciosa influencia shakespeariana expurgando el texto original de Hamlet de elementos indeseables e indecorosos, sino mostrándolos tal y como son en el convencimiento que cualquier ilustrado de su tiempo aborrecería semejante tragedia y vería consolidada su fe en el Neoclasicismo. Esta idea, nacida de la ciega devoción de Moratín por los principios clasicistas, sería malinterpretada por las futuras generaciones de literatos españoles. Incapaz de imaginar un mundo teatral sin las tres unidades, Moratín estimó que su traducción literal de Hamlet sería prueba suficiente para demostrar la necesidad de instaurar el Neoclasicismo en España y desechar cualquier otra posible influencia teatral. En su ingenuidad, nunca se le ocurrió que las artes escénicas podían evolucionar hacia otras fórmulas o que los posteriores lectores de su traducción podrían considerarla un tributo en vez de un desprecio a Shakespeare. El hecho de que en la actualidad se admira a Moratín por ser el primer traductor fiel de Shakespeare es si duda una ironía, así como lo es el hecho de que su traducción shakespeariana, diseñada para atacar al dramaturgo inglés, sirviera para extender su fama en España.
La suerte de Moratín es similar a la de Voltaire, cuyas diatribas contra Shakespeare finalmente tuvieron el efecto contrario al que el crítico francés había previsto. Tanto Voltaire como Moratín adquirieron fama y reputación por haber introducido a Shakespeare en sus países, y ambos han disfrutado de un lugar privilegiado en la historia de Shakespeare en Europa. Ésta es sin duda una ironía que, en el caso de Moratín, dura ya dos siglos, y su legado, por muy controvertido y políticamente incorrecto que pueda parecernos hoy, debe ser recuperado si queremos hacer justicia a su Hamlet neoclásico.
1 Énfasis añadido
1 Énfasis añadido
References
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Celenio, Inarco [Fernández de Moratín, Leandro] (1798): Hamlet. Tragedia de Guillermo Shakespeare. Madrid: Villalpando.
Humboldt, Wilhelm von (1998): Diario de viaje a España 1799-1800. Cátedra: Madrid.
Juliá Martínez, Eduardo (1918): Shakespeare en España. Traducciones, imitaciones e influencia de las obras de Shakespeare en la literatura española. Madrid: Tip. de la "Rev. de Arch., Bibl. y Museos".
López, Daniel (1883): «Shakespeare en España», La Ilustración Española y Americana, XXV-XXIX, 1883. Citado en Pujante y Campillo (eds.), Shakespeare en España: Textos 1764-1916 (2007). Universidad de Granada y Universidad de Murcia: Granada y Murcia.
Marcial (2003): Epigramas de Marco Valerio Marcial. Texto, introducción y notas de José Guillén. Revisión de Fidel Argudo. Zaragoza: Institución Fernando el Católico.
Par, Alfonso (1935): Shakespeare en la literatura española. Madrid y Barcelona: Librería general de Victoriano Suárez y Biblioteca Balmes, (2 vols.).
Pujals, Esteban (1975): "Shakespeare y sus traducciones en España: Perspectiva histórica". En Cuadernos de Traducción e Interpretación (5-6):77-85.
Verdaguer, Isabel (2004): "Shakespeare's 'Poem Unlimited' in Eighteenth-Century Spain". In Rui Carvalho Homem and Ton Hoenselaars (eds.). Translating Shakespeare for the Twenty-First Century. Studies in Literature 35. Amsterdam and New York: Rodopi.
Voltaire [Arouet, François Marie] (1733): Philosophical Letters. Plan of the tragedy of Hamlet. Plan of "The Orphan". In The Works of Voltaire. A Contemporary Version. A Critique and Biography by John Morley, notes by Tobias Smollett, trans. William F. Fleming (New York: E.R. DuMont, 1901). In 21 vols. Vol. XIX
Voltaire [Arouet, François Marie] (1748): Dissertation sur la Tragedie, URL http://people.brandeis.edu/~teuber/earlycrit.html; [Consulta 9 de diciembre de 2009]
Voltaire [Arouet, François Marie] (1761): Appel à toutes les nations de l'Europe, URL http://www.voltaire-integral.com/Html/24/33_Appel_a_toutes.html; [Consulta 9 de diciembre de 2009]
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